Muchas veces sientes que nada puede cambiar, que todo cambio es imposible, que tu vida no tiene sentido, ni llegarás a encontrarselo. Te sientes perdido, perdida, abandonado a una mala suerte, que crees que nunca dejará de pagarlas contigo. Sobrevives con resignación soñando con una vida en la que seas afortunada, afortunado. Te enredas en pensamientos tan pegajosos que es imposible desprenderse de ellos. Unos dan vida a otros, se alimentan entre si, y así sucesivamente sin fin.
Entonces ocurre un milagro. Un milagro entendido como eso imposible que pueda pasarte a ti, no a los demás. Nada que parezca extraordinario, ni material, ni posesión. Es un milagro de conexión con la alegría y la paz. Una locura, algo que nunca hubieses hecho, y desprenderte de limitaciones que en ese momento te paracen ridículas y para nada infranqueables. Nada lo sientes imposible.
A mi me pasó ayer.
Estoy pasando unos días con mi hermana y su familia. Tiene dos niñas, que ya os dije, que representan un maravilloso futuro. Fuimos de excursión y llegamos a un río. El paisaje era tan hermoso que desperto algo en ti. Es idílico, al menos yo lo sentí así. Los árboles, llegaban al agua. Todo era armonía y belleza. Un magnífico césped nos proponía tumbarnos en la tierra y descansar. Los árboles nos regalaban su sombra, en un día en el que el sol brillaba con todo su esplendor. Y el agua me llamaba. Pensé en sentarme en la orilla y refrescar los pies, mientras veía jugar a mis sobrinitas. Pero en ese momento, un impulso, de esos imposibles de controlar, se apoderó de mi. Vestida, con un pantalón corto y una camiseta, entre en el río. El agua, más que fría, refresco todo mi cuerpo. Todo el calor acumulado durante meses. Estaba pendiente de no mojarme, cuando conseguí dejar a un lado mi mente, no importarme ningún juicio. Sólo me importaba entrar en el río y fundirme con él. Sentir su frescor en todo mi cuerpo. Sumergirme sin importar nada más. Y al hacerlo, vestida y todo, el consuelo que sentí fue asombroso. El río me consolaba, el agua me sanaba, apagaba todo el fuego que me ha quemado durante tanto tiempo.
Y una vez mojada me dije, por qué no del todo??? y me sumergi. Estar debajo del agua fue una increíble sensación de libertad, de que todo era posible. Atravesar el río de orilla a orilla. No me puse límites. Toqué los árboles, me agarré a sus raíces. No percibía ni los bichos ni el fondo. En otra época de mi vida eso hubiera supuesto una frontera para disfrutar, y ayer sólo me guiaba lo que sentía mi corazón. Disfrutar, flotar, formar parte del agua. Fui libre y feliz como hacía mucho tiempo. Aún antes del proceso de este último año.
Fue una experiencia mística. No algo grandioso, ni de otros mundos, ni nada de lo que podáis imaginar como místico. Pero lo sentí mágico. Sentí como si hubiese estado en una jaula toda mi vida. Siempre frenando mis auténticos deseos, siempre contenida o pendiente de la opinión de otros. Y esos barrotes se derritieron entre el calor del sol y el fluir del agua. La vida me invadió. Vino a mi encuentro y me abri a ella. La acepté.
Os recomiendo una aventura de libertad, de superar alguna limitación que tengáis. Sea la que sea. Lo que os hayáis impuesto por la razón que sea. Veis que no tiene que ser nada especial, nada espectacular. Un super baño vestida en un paisaje hermoso, en medio de la magia de la naturaleza, aflojó tanto mis resistencias y me lleno de tanta fuerza y ganas de vivir que, pensad, buscad algo que nunca os hayáis atrevido a hacer, algo simple, no os compliqueis con el ego. Simplemente, si llegáis a algún sitio, solos o acompañados, en que el corazón os pida hacer algo, que vuestra mente cuestione, saltad esa frontera y sentiréis una liberacion tan profunda, que todo vuestro ser desprenderá amor y gratitud.
Disfrutar de cosas sencillas nos hace simplificar nuestras cargas, esas limitaciones, casi siempre, autoimpuestas, y la paz de la alegría y la alegría de la paz, os envolverá de tal forma, que podréis tocarlas.
Feliz aventura!!!
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