DESESPERANZA

Existen días brillantes. Existen días oscuros. Existen, son o los creas. Esto es mucho para mi en estos momentos. La desesperanza viene a jugar conmigo desde hace algún tiempo. Es como esa amiga que no te convence, pues no te diviertes con ella, pero que la aceptas, pues viene a quedarse contigo. Me atraviesa profundamente por el plexo. Me cuesta respirar, y me siento como esas bonitas margaritas, que al llegar la noche con el frío,  se cierran. Se cierran, se esconden o ambas cosas. Me cierro por un dolor casi no de este mundo, y por el desasosiego que siento. Me escondo para dejarme sentir. Pero lo que ya no hago es no aceptarlo. Distraerme, hacer todo lo posible por no sentir ese frío que se congela sobre mi misma.
Al principio era terrible. Aún ahora, en este momento, soy capaz de recordar y sentir los niveles a los que podiamos llegar en nuestros juegos.
Aún ahora sé que nuestra amistad tiene fecha de caducidad. Y, aún así, no hay consuelo. Nada podría hacerlo, pues el juego consiste en eso. Aún así,  junto a esas lágrimas que no salen, al tocar fondo,  éste ya no es húmedo y resbaladizo. Es como un lecho, un útero,  para mi hasta que acabemos la partida. Me vuelva a poner en pie, me abra y el sol vuelva a calentarme.
No es un juego divertido, pero no existen perdedores. Ambas ganamos. Ella se va deshaciendo, pues su destino es agotarse. Yo me voy liberando pues mi destino es sanar. Ella es como esa medicina que de niños no queremos. Yo me permito tomarla pues pronto me hará volver a cantar. Puede que ahora mi flor parezca marchita, puede que le falte vida, pero, cuando el frío cese, brillará  con más luz que antes; pues siempre esta amiga mía me trae el más hermoso regalo. Memorias ya sanadas, una certeza más clara. La certeza de quien Soy. La certeza de la Vida.
Mis ojos se cierran de pena, mi cuerpo espera que el sueño venga. Sin prisas,  cuando sea estará bien. Pues ese sueño sagrado representa el final de nuestro juego.
El adiós de dos amigas, el abrazo de las gracias.